Vergüenza menstrual, entrevista a Chris Bobel

* Entrevista a Chris Bobel (autora del libro New Blood) realizada en el 2009 para el blog de Ourbodies, ourselves

Todavía es inaceptable hablar abiertamente de la menstruación o hacer visible la propia menstruación. Usualmente nos limitamos a las bromas de mujeres sobre el SPM, o a las historias de terror del tipo que publican las revistas de adolescentes, y así socializamos a las niñas, de modo que asuman que deben odiar sus períodos, incluso antes de que los tengan.

Aquí hay un ejemplo muy cercano:

Cuando pregunté a mi hija, de entonces 12 años (que aún no menstruaba), cómo esperaba que fuera la menstruación, ella respondió sin ninguna duda: “Va a apestar”. Le pregunté ¿Por qué?, a lo que contestó, “Porque todo el mundo lo dice”. Imagínense, difícilmente alguna de sus amigas ha empezado a menstruar, ella es la hija de alguien que tiene una biblioteca acerca de la menstruación y que habla abiertamente de sus períodos, incluyendo la posibilidad de que no sean todos malos.

Por ejemplo, yo aprecio el ciclo por el que pasa mi cuerpo y he encontrado que, cuando trabajo con él en lugar de pelear, puedo aprender mucho sobre mí. Pero mi hija ya ha interiorizado la noción de que los períodos necesariamente apestan. Eso es cierto, los períodos pueden apestar, de hecho frecuentemente apestan y podría ser que el de ella apeste, pero ella no tuvo la posibilidad de desarrollar su propia impresión sobre su período, ni pudo concebir una alternativa.
Fotografía de Isa Sanz de la serie "Sangro, pero no muero"

Finalmente, ahora que la supresión menstrual – o para ser más precisa, la anticoncepción a través de la suspensión de ciclo- está muy disponible, necesitamos más que nunca tener conversaciones muy honestas y muy informadas sobre la menstruación y, de manera más amplia, sobre cómo funciona nuestro cuerpo; es decir, para desarrollar lo que cada vez más se reconoce como “la capacidad de leer el cuerpo”. Y como ustedes saben, eso es precisamente lo que la iniciativa OBOS (N.T. Our bodies, ourselves, o Nuestros cuerpos, Nuestras vidas, en español) ha tratado de hacer desde los años setenta.

La prohibición de hablar sobre la menstruación –silencio, eso es sucio, es asqueroso, has de cuenta que no está pasando, sólo límpialo-, crea un clima en el que las corporaciones, como las compañías que se dedican a la higiene femenina y las farmacéuticas, como los fabricantes de Lybrel y Seasonique (N.T. marcas de medicamentos para suprimir la menstruación), pueden desarrollar y comercializar productos de seguridad dudosa. Convenientemente, pueden explotar la vergüenza y el odio de las mujeres en torno a su cuerpo. Y, por cierto, vemos esto en lo que respecta al parto, a la lactancia, al control natal y al cuidado de la salud en general. Después de todo, la industria médica depende de nuestra ignorancia y nuestra incomodidad con nuestros cuerpos.

¿Quién va a pedirle cuentas a las compañías y a quienes proveen salud si nosotras no podemos hablar abiertamente acerca de cuerpos auténticos que gotean y son desordenados? Quién va a decir oye, espera un minuto, quizá el problema no es simplemente que la menstruación haga miserables nuestras vidas; quizá la raíz se encuentra en la compleja interacción entre el sexismo, el capitalismo y el hiperconsumismo.

Quizá no necesariamente requerimos más drogas y más productos sofisticados que generan un enorme desperdicio, quizá necesitamos una cultura en la que podamos hablar con seguridad y de manera abierta sobre nuestros cuerpos. Una cultura que valore y provea de educación integral en materia de salud reproductiva, eso es mucho más que un gran anuncio de Tampax. Las activistas menstruales están haciendo este trabajo, pero necesitan que todos nos sumemos.


*Traducción por: Colectivo de La Carpa Roja

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